Agua

El agua fría es uno de los mejores remedios que hay en materia de belleza. La clave está en saberla utilizar. Y es que lavarse la cara no es un gesto tan sencillo como parece. El secreto está en comenzar con un primer lavado con agua tibia para acabar con un pequeño toque de agua fría.

Este sistema permite que la piel se limpie mejor y que los poros se cierren, además de contribuir a aportar mayor firmeza al rostro porque el agua caliente favorece la flacidez. Otro de los efectos positivos es que la piel está mucho más luminosa.

Perfume

A muchas personas les sucede que se ponen perfumes y, al poco rato, ya no notan el olor. Esto tiene una fácil solución que no es otra que hacer lo mismo que nuestras abuelas. Aquí la clave está en ponerlo en las partes del cuerpo en las que circula el torrente sanguíneo. En concreto, estas zonas son la cara interna de las rodillas y los codos, así como los tobillos y detrás de las orejas.

Colorete

Las abuelas, en general, no utilizaban colorete porque era un producto que, incluso, ni siquiera existía como tal. Sin embargo, sí que podían darle un toque rosado a sus mejillas. Era lo que se conocía como el rubor.

Y, ¿cómo lo hacían? Muy sencillo: con el labial, que se aplicaba en tres puntos estratégicos de la mejilla. Con él, se trazaban tres puntos con la forma de un triángulo para, posteriormente, extenderlos por la zona en pequeños toques.

Vaselina

Antiguamente, tampoco había fijadores y la laca no siempre era un producto accesible para todas las mujeres. Y, ¿cómo se solucionaban estos problemas de pelo rebelde? Se empleaba vaselina, que te puede ayudar en caso de apuro y de emergencia a mantener a raya el cabello.

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