Con la llegada de la primavera cambiamos nuestro vestuario o por prendas más finas y cortas que dejan ver partes de nuestro cuerpo que hasta ahora han estado ocultas por la ropa de invierno, como los brazos y las piernas. Es entonces cuando nos damos cuenta que, debido a la falta de sol, nuestra piel presenta un color blanquecino que dista mucho de resultar atractivo.
Aunque tomar el sol en cierta medida es saludable e imprescindible para nuestra salud, también conlleva riesgos por la excesiva exposición a los rayos UVA, además de la aparición de manchas y el envejecimiento de la piel. Por ello, si no queremos renunciar a lucir un tono bronceado sin pasar horas al sol, podemos utilizar los polvos bronceadores.
Si nos decantamos por ellos, lo primero que deberemos es tener cuidado de no aplicarnos demasiado, ya que el resultado no será nada favorecedor. Para obtener los mejores resultados al utilizarlos es mejor seguir una serie de pautas:
– Aplícalos suavemente, sin ejercer presión con la brocha o la esponjilla sobre la cara. Lo mejor es utilizar una brocha grande, que los esparcirá suavemente por tu rostro y de manera uniforme. Para evitar una aplicación excesiva, cuando carguemos la brocha de polvos, daremos unos golpecitos para eliminar el sobrante.
– Se pueden utilizar los polvos bronceadores para obtener un rostro más estilizado, aplicando un color más claro en todo el rostro y un poco más oscuro (cuidado con el contraste) en los pómulos. Sea cual sea el tono que elijas, debe ser siempre adecuado a tu tono de piel y tu color de cabello.
– No olvides aplicarlos en el cuello y el escote, porque si no la diferencia de tono resultará demasiado patente y el efecto es muy antiestético.