Un paso que todas incorporamos a nuestra rutina diaria de belleza, por la mañana y por la noche, es lavarnos la cara para eliminar las impurezas y suciedad que se haya podido acumular sobre la piel del rostro. Sin embargo, este gesto es tan automático que no siempre lo hacemos de la manera correcta, con lo cual no aprovechamos los beneficios que nos proporciona este simple gesto, y, al no lavarnos bien, no aprovechamos todas las propiedades de las cremas y demás productos que utilizamos después.
Empezaremos utilizando la crema limpiadora, para eliminar todo resto de maquillaje. Aplícala con pequeños movimientos circulares sobre el rostro y el cuello. Retírala utilizando algodones o una toallita limpia.
Después, antes de lavarnos la cara debemos lavarnos las manos, ya que en ellas se acumula grasa y suciedad que, de otro modo, trasladamos al rostro.
Lavándolas, además, eliminamos también las bacterias que pueda haber en ellas, con lo que no las traspasamos a los poros, evitando así la aparición o el empeoramiento del acné o los granitos.
La temperatura del agua también es importante. Hazlo con agua templada, ya que de este modo se abrirán los poros, permitiendo una mejor limpieza de los mismos y una mayor penetración de las cremas que vayas a utilizar después.
Después de retirarte la crema limpiadora, enjuágate el rostro con el agua templada, como hemos dicho, y siempre sin frotarte para no irritar la piel, sobre todo si tienes la piel seca o muy sensible, ya que en este caso es muy fácil que aparezcan rojeces. Finalmente, con una toalla limpia, sécate la piel del rostro también sin arrastrar, sino dando pequeños golpecitos al retirar el agua, de manera que la piel no sufra ninguna agresión.
gracias por todo