Estas son las dos rutinas que debes interiorizar si quieres tener un rostro bien cuidado, tengas la edad que tengas, sea tu cutis como sea, tengas arrugas, acné o una piel de porcelana. Son los dos tratamientos de belleza esenciales que nunca, y digo nunca, pueden faltar en tu aseo diario.
La explicación es sencilla: si no cumples a rajatabla con estos dos mandamientos, nada de lo que hagas después servirá para algo. No malgastes la carísima crema antiarrugas que compras. Si no la aplicas sobre una piel limpia y sin poros obstruidos, sus componentes no penetrarán como es debido y no actuarán como han de hacerlo. Por tanto, recapacita y piensa: de hoy no pasa.
Todos los días
Una buena limpieza facial (y no me refiero a la que se realiza en los salones de belleza, que también, sino a la diaria) dejará tu piel perfectamente preparada para acoger los productos y tratamientos que le proporciones después. Los activos de cremas, serums o ampollas penetrarán mucho mejor y conseguirán mejores resultados. Ahora bien, tampoco hay que pasarse. No exfolies la piel a diario, si uses productos agresivos. Basta con utilizar todas las noches un jabón neutro, cremas o espumas limpiadoras o agua micelar.
El siguiente paso, igual de importante, es hidratar. Es la base para un cutis perfecto. Todas las pieles se deshidratan, sean secas o grasas, debido a los agentes externos que las agreden y al paso del tiempo que hace de las suyas. Por eso aparecen las arrugas. Para mantener tu piel sana, joven y bella, es decisivo que la hidrates en profundidad. El mercado te ofrece un interminable repertorio de productos adecuados a cada tipo de piel: cremas con protección solar incorporada, fórmulas ligeras para pieles grasas, fluidos para pieles sensibles…