Las bajas temperaturas también tienen su parte buena: la nieve. Las estaciones de esquí están estos días viviendo su temporada alta. De hecho, practicar esquí es una forma inmejorable de hacer ejercicio mientras nos divertimos, incluso si es la primera vez que cogemos un remonte. Sin embargo, conviene extremar las precauciones para que nuestra piel no salga perjudicada.
No en vano, la nieve actúa como un espejo. Es capaz de reflejar hasta un 80% de los rayos ultravioleta, casi el triple de lo que lo hace el agua del mar. Por lo tanto es importante no olvidar la crema protectora, ya que es muy fácil sufrir quemaduras.
Debemos aplicar una crema solar con un factor de protección alto especialmente en la cara. Es importante repetir la aplicación más de una vez. Hay que tener en cuenta que el frío enmascara la sensación de calor que nos alerta de que nos estamos quemando. Recuerda que como en verano, hay que extremar las precauciones durante las horas de mayor exposición solar, entre las 11 y las 15 horas.
La misma rutina que en la playa
En la nieve los consejos son muy similares a los que tenemos que tener en cuenta durante el verano. Los primeros días conviene aplicar un factor más alto para que la piel se acostumbre a la nueva situación poco a poco. Lo mejor es utilizar productos resistentes al agua para evitar que el sudor o la nieve eliminen la crema. Recuerda que durante los días nublados también podemos quemarnos.
Pero no sólo hay que prestar atención al rostro. El frío y el viento tienden a resecar la piel. Por eso conviene utilizar crema hidratante en la cara, especialmente en las orejas o la nariz, y las manos. Además, los cambios bruscos de temperatura pueden afectar a la piel.
Al final del día, podemos seguir la misma rutina que al volver tras una jornada en la playa. Un after sun servirá para restaurar la piel y evitar en envejecimiento prematuro. Una mascarilla una vez a la semana ayudará a calmar la piel tras largas jornadas deslizándonos por las pistas.