Sin duda, nada hay más bonito que una piel bronceada. Sin embargo, las largas exposiciones al sol son perjudiciales para nuestra salud y pueden, a la larga, provocarnos la aparición de enfermedades. Afortunadamente, esto no hace que nos veamos obligadas a lucir un rostro sin broncear, porque contamos con la ayuda de los polvos bronceadores para darle a nuestro rostro un acabado perfecto en verano.
A la hora de decidirnos por unos polvos lo primero que tenemos que hacer es elegirlos de acuerdo con nuestro color de piel. De lo contrario, corremos el riesgo de que sean demasiado claros o demasiado oscuros, y en cualquiera de los dos casos el resultado sería un maquillaje desastroso, ya que el claro quedaría ridículo y el oscuro podría embarrar nuestro rostro. Lo ideal es escoger unos polvos que sean medio tono más claros que nuestra piel, para que el resultado sea perfecto.
Si tenemos una tez media, es decir, no somos ni demasiado blancas ni demasiado morenas o ya estamos un poco bronceadas, deberemos buscar tonos miel y dorados y evitar los tonos anaranjados. Si tenemos la piel más oscura, lo mejor es evitar los tonos dorados.
Para acertar, nada mejor que probarnos con una brocha las diferentes tonalidades de polvos bronceadores en el antebrazo. Si no damos directamente con el tono ideal, podemos mezclar un par de ellos hasta lograrlo, aunque no más, para evitar que la capa que aplicamos sobre el rostro sea demasiado densa.
Lo mejor siempre es optar por los tonos mate, que quedan más suaves sobre todo cuando estamos en la calle, bajo los efectos de la luz natural. Los tonos brillantes los podemos utilizar durante la noche.
Si tenemos la piel muy seca, lo mejor es elegir texturas como líquidos, cremas y geles. Si nuestra piel es grasa, elegir la textura en polvo.