En teoría, para cuidar y limpiar nuestra piel correctamente, debemos primero lavarla, después aplicar un tónico y finalmente una crema hidratante. Sin embargo, el segundo paso, la aplicación del tónico, nos lo saltamos muy a menudo, ya que no siempre tenemos claro si aplicarlo conlleva algún beneficio para nuestra piel o es un simple capricho de los creadores de cosméticos.
Sin embargo, el tónico es mucho más importante de lo que pensamos, ya que entre sus funciones podemos destacar:
– Es el responsable de eliminar cualquier resto de suciedad que haya quedado en nuestra piel tras el lavado.
– Nos ayuda a cerrar los poros, previniendo así la aparición de espinillas y puntos negros
– Al aplicar el tónico, la piel pierde un cierto grado de hidratación, con lo cual absorbe mejor la crema hidratante que aplicamos al terminar el tratamiento.
– Aumenta el riego sanguíneo en la zona en la que lo hemos aplicado, debido al efecto tonificador sobre nuestra piel, lo que contribuye a una revitalización y rejuvenecimiento de los tejidos. de la irrigación sanguínea en la zona debida a la tonificación de la piel, provoca una revitalización de los tejidos.
Es importante elegir el tónico que más se adecúe a nuestro tipo de piel, ya sea sensible, madura, seca o grasa, y que esté en consonancia con la leche o la crema que aplicaremos después, para que la piel no se desequilibre.
Para aplicar el tónico lo mejor es empapando un algodón en él y aplicándolo sobre la piel del cutis, llegando bien a todos los rincones de la misma, sobre todo en aquellos donde se acumulan los puntos negros, como las aletas de la nariz y la barbilla. Si lo preferimos, también podemos rociar el producto con un pequeño pulverizador, pero deberemos tener siempre cuidado de que no nos caiga en los ojos.