Llega el verano, pero muchas mujeres todavía no han tenido tiempo de ir a la playa o la piscina para tener un buen color en la piel y prescindir todos los días del maquillaje. Si es tu caso, no te preocupes, porque tienes un producto que viene en tu ayuda. Son los conocidos como polvos de sol que, como su nombre indica, permiten tener un rostro más luminoso y ligeramente bronceado. Su ventaja es que es una textura más ligera que los maquillajes, siendo más idónea para el verano. Sin embargo, aplicarlos bien tiene sus claves.
Aplicación
Los polvos de sol son como una especie de colorete, pero con la particularidad de que se tiene que aplicar por todo el rostro. Normalmente, son tonos marrones o más bien anaranjados que tienen algunas partículas doradas o un acabado nacarado para iluminar el rostro y dar a la piel ese aspecto de haber estado bajo los rayos de sol.
Para aplicarlos hay que ser especialmente cautos, sobre todo, con la cantidad para evitar que el tono sea excesivo y que más bien parezca que nos hemos quemado o que hemos pasado demasiadas horas bajo el sol.
Lo primero que hay que hacer antes de aplicarlos es darse la crema hidratante habitual de todas las mañanas. Luego, ya en función de la piel, puede ser preciso aplicar una base de maquillaje. Sin embargo, si no tienes muchas imperfecciones y normalmente los maquillajes suelen durarte intactos, no es necesario.
Con la crema hidratante ya aplicada y la base de maquillaje, si es preciso, hay que empezar ya a dar los polvos de sol. Para ello, se necesita una brocha específica, que suelen ser grandes y, fundamental, que tenga un pelo suave porque se trata de acariciar la piel y de esparcir el producto por el rostro con ligeros toques.
Las zonas en las que debe aplicarse son los pómulos, la nariz, la frente y la barbilla, principalmente, aunque luego por el resto de las zonas y con la cantidad de producto que queda en la brocha se puede ir dando por el resto de la cara. De este modo, además, se evita que se puedan producir líneas en las partes de la cara, que crean un efecto muy feo y que evidencian que la persona está mal maquillada. Incluso, en función de la ropa que lleves ese día, puede ser necesario extenderlos un poco por el cuello y escote o los hombros si van al descubierto.
Y, sobre todo, hay que difuminarlos muy bien para que no se noten y que realmente se consiga un buen rostro. Para ello, un truco es utilizar muy poco producto y, si después si se considera necesario tener mejor color, se puede incidir ligeramente. Pero, recuerda, no se trata de llevar una máscara. Si ya estás morena, también puedes utilizarlos para que el rostro sea más luminoso. Con una pequeñísima pincelada en esas zonas es más que suficiente.