Pueden ser grandes o pequeñas, desde aquellas que nos quedan después del acné hasta las provocadas por una intervención quirúrgica o un accedente. El caso es que, sea cual sea su origen, las cicatrices hacen que muchas mujeres tengan vergüenza de enseñar su cuerpo.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la piel que cubre la cicatriz es más sensible que la del resto del cuerpo, por lo que deberemos tener cuidado al maquillarla o aplicarle tratamientos, así como evitar su exposición al sol, ya que la falta de melanina tiene un doble efecto: por un lado, al permanecer blanca mientras el resto de nuestro cuerpo se broncea se nota más y por otro al ser más sensible puede quemarse más fácilmente.
Para disimularla, deberemos comenzar desde el momento en el que la herida o incisión que nos dejará cicatriz comienza a cicatrizas, utilizando productos como la rosa mosqueta, que ayudan a regenerar la piel y a acelerar y mejorar la cicatrización. También podemos utilizar cremas a base de hialuronato sódico, que estimulan el proceso natural de cicatrización de la piel, alisándola, de forma que la cicatriz queda menos marcada. Si utilizamos estas cremas deberemos ser pacientes hasta ver los resultados y muy constantes en su aplicación.
Si no hemos tenido oportunidad de tratarla, siempre podemos cubrirla con maquillaje corrector. Podemos utilizar para cubrirla un corrector de ojeras que sea idéntico al color de nuestra piel. Lo aplicaremos sobre la cicatriz con una esponjilla o con los dedos, pero siempre de forma muy suave para no dañar la piel. Después de aplicarlo lo difuminaremos bien para evitar que la cicatriz quede “en relieve”.
Si la cicatriz la tenemos en el rostro, podemos cubrirla primero con corrector de ojeras para finalmente aplicar la base de maquillaje y de ese modo disimularla casi por completo.