Aunque en invierno no mostramos tanto nuestros pies como en verano, es indudable que no podemos olvidarnos de su cuidado, ya que durante esta época del año utilizamos calzado más cerrado y a menudo tacones muy altos que, a la larga, terminan por dañar nuestros pies si no les prestamos la debida atención.
No es conveniente utilizar tacones demasiado altos ni para nuestra espalda ni para nuestros pies, pero si eres una incondicional de los zapatos que te hacen verte varios centímetros más alta, no olviden ponerte unas almohadillas protectoras en la parte delantera del zapato, donde se apoya el metatarso (la parte del pie que queda en el suelo cuando andamos de puntillas) de forma que se amortigüe la presión y el esfuerzo que realiza.
Si quieres cuidar tus pies en profundidad, no dudes en aplicarte un masaje de pies o, si lo prefieres, un tratamiento de reflexología podal. No sólo te ayudarán a mantener tus pies hidratados y libres de problemas, sino que además conseguirás una relajación total e incluso mejoras en todo tu cuerpo, ya que en los pies se encuentran las zonas reflejas de todos los órganos de tu cuerpo. Si no tienes quien te practique un masaje en los pies o no puedes acudir a un centro especializado, no dudes en hacerlo tú misma, masajeando desde los dedos hasta el talón.
Periódicamente debes acudir al podólogo o pedicuro para que trate los problemas que suelen darse en los pies como callos, rozaduras u otros.
Y aunque con el frío no apetece mucho, si en casa tienes calefacción, no dudes en andar descalza, para que los músculos y huesos de tus pies se estiren y alineen. Si sientes frío, ponte unos calcetines, y, con cuidado de no resbalar, permite a tus pies que disfruten de un rato de libertad.