Existen pocos productos de maquillaje más útiles y a la vez más desesperantes que la máscara de pestañas. Es muy útil porque, aplicándola, en un par de minutos habrás dado color y volumen a tus ojos, resaltándolos y dando un carácter especial a tu mirada. Pero también es muy desesperante porque no son pocas las ocasiones en las que, tras un tiempo de uso, cuando queremos utilizarla, nos encontramos con que se ha secado y el aplicador queda lleno de grumos que luego pasan a nuestras pestañas, llenándonos la cara de chafarrinones de rímel cuando queremos retirarlos e intentar arreglar el desastre.
Evitar esto no es fácil. Todas tenemos varias máscaras de pestañas en el neceser, y su duración máxima está en torno a los tres meses, por lo que, a poco que nos despistemos, cuando queramos utilizarla ya ha caducado. En estos casos, y dado que se trata de un producto que aplicamos cerca de los ojos, lo mejor es deshacernos de ella.
El problema es cuando la máscara aún no ha caducado y está totalmente reseca. Para lograr aprovechar lo que queda de producto dentro del recipiente tenemos dos trucos:
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