Uno de los tratamientos que es fundamental y que no puede faltar en el ritual de belleza del rostro es la exfoliación. Su objetivo es conseguir eliminar las células muertas de la dermis y mostrar una piel mucho más cuidada y radiante. Para lograr estos beneficios, es preciso realizar el proceso siguiendo una serie de claves y pasos.
Los consejos
En primer lugar, al hacer la exfoliación, no hay que olvidarse de que se tiene que limpiar bien la piel del rostro con el fin de dejarla totalmente libre de posibles restos de maquillaje o bien de otras cremas para que la exfoliante pueda hacer todo su efecto.
El siguiente paso es utilizar la crema o gel exfoliante, con independencia de que los hayas comprado o bien sean elaborados en casa con productos naturales. En cualquier caso, la piel no debe estar totalmente seca antes de su aplicación, sino un poco húmeda para que se pueda extender mejor.
La aplicación debe hacerse con un pequeño masaje sobre el rostro. El movimiento es aconsejable que sea en pequeños círculos, sin olvidarse de que debe hacerse de forma suave. No es conveniente aplicar demasiada presión ni fuerza para que la piel no se ponga roja y se irrite. Mucho cuidado con no acercarse demasiado a la zona de los ojos porque no es recomendable utilizar estos cosméticos en esta parte de la cara.
Posteriormente, la crema o producto exfoliante se debe retirar siempre con agua fría. El motivo no es otro que conseguir que los poros de la piel se cierren y que, en consecuencia, la dermis luzca mejor.
Y, finalmente, tras todo este proceso, hay que aplicar una mascarilla facial o bien la crema hidratante o de tratamiento habitual que se emplea todos los días porque la piel está más preparada para absorberla rápidamente y aprovechar también más todas sus propiedades.