Las pieles que son muy sensibles y tienden a irritarse y a mostrar rojeces requieren de una serie de cuidados adicionales y específicos. Además de las cremas habituales de tratamiento, una buena alternativa son las mascarillas. En las tiendas, hay marcas que tienen este tipo de productos, aunque también puedes hacer una en casa de forma sencilla, pero no por ello menos efectiva.
La mascarilla
La mascarilla que vamos a preparar para evitar las rojeces y que vayan desapareciendo las que ya se tienen se basa en emplear una serie de productos que habitualmente se tiene en casa. De este modo, hay que tener a mano harina de avena, miel y leche, siendo conveniente optar por la desnatada si además se tiene un cutis graso o bien por la entera para las dermis más secas.
Una vez se tienen los ingredientes, hay que comenzar con el proceso de elaboración. En primer lugar, hay que coger una cucharada de harina de avena, que se debe mezclar con la cucharadita de miel. Esta masa tiene que irse removiendo al mismo tiempo que se va añadiendo medio vaso de leche, pero sin dejar de manejar la mezcla y tratando de que no se formen grumos.
Cuando tenga una textura como la de una crema, aunque un poco más densa, ya se puede utilizar. Su aplicación tiene que hacerse sobre el rostro bien limpio, menos en la zona de alrededor de la boca y los ojos. La mascarilla es mejor extenderla dando un ligero masaje en la zona.
Una vez está el rostro totalmente cubierto, se debe dejar pasar unos 15 ó 20 minutos para que actúe sobre la piel. Pasado ese tiempo, hay que retirar la mascarilla con agua abundante para que no queden restos, pero que esté tibia.
Nada más quitar la mascarilla, verás cómo el aspecto de la piel ya ha mejorado, aunque para notar más su efectividad tienes que hacerla durante más tiempo. El proceso, como mínimo, tiene que hacerse una vez a la semana.