Además de los colores, tonos, matices… que hay en las coloraciones para teñir el pelo, dentro de estos productos hay una serie de diferencias según sean permanentes, permanentes sin amoniaco o la coloración directa, siendo estos de los más comunes y habituales. Sin embargo, sus particularidades deben tenerse en cuenta a la hora de cambiar el color del cabello según sus ventajas y sus inconvenientes y las necesidades que tenga la persona.
Las diferencias
La coloración permanente es una de las más comunes y una de las que también más se realizan las mujeres. De este producto, tiene que tenerse en cuenta que contiene amoniaco y oxidante, lo que facilita que se puedan realizar sobre el cabello cambios drásticos en su color. Además, también garantiza el 100% de cobertura en el caso del pelo con canas. Y, como su nombre indica, dura en el tiempo porque no desaparece con los lavados.
Sin embargo, este tipo de tinte presenta el inconveniente de que puede resecar el cabello si se utiliza de forma reiterada, lo que puede solucionarse con tratamientos de hidratación periódicos o también reparadores.
Otra de las alternativas que hay son las coloraciones permanentes sin amoniaco, que ya llevan también varios años en el mercado y que van ganando terreno a los anteriores. Su principal ventaja y diferencia es que permite teñir el pelo de forma duradera, pero sin estropearlo, ya que suele estar enriquecido con algunos productos hidratantes. No obstante, a veces, en función del tipo de cabello, puede ser necesario utilizar champús especiales o bien hacer también alguna hidratación adicional.
Y, finalmente, está la coloración directa. En este caso, hay una ausencia total de amoniaco y oxidante, lo que presenta la ventaja de que no altera la estructura del cabello por lo que no suele perjudicarle. En el lado opuesto, figura la desventaja de que es menos duradera, puesto que va desapareciendo conforme se va lavando el cabello, estimándose que permanece en el cabello unos seis lavados aproximadamente de media.