Cuando se quiere tener un vientre plano siempre se piensa en hacer ejercicio, sobre todo abdominales, y en beber agua para evitar la retención de líquidos. Y, en parte, hay mucha razón en todo esto. Pero no es suficiente. El abdomen abultado no solo aparece por no tomar líquidos o no hacer actividad física. Su presencia responde también a otros factores. De hecho, hay gestos y hábitos en el día a día que son los responsables de que no se luzca un vientre plano. ¿Cuáles son?
Los principales enemigos
La alimentación es uno de los principales factores que explican la ausencia de un vientre plano. En concreto, se deben eliminar todos aquellos alimentos –o bien tomar con mucha moderación-, los ricos en grasas perjudiciales como los fritos, embutidos, bollería… y que contengan un exceso de azúcares refinados.
También se debe velar por evitar los trastornos digestivos como los gases y el estreñimiento, tratando además de minimizar todo lo que se pueda el consumo de alcohol.
A parte de esto, están también los trastornos hormonales y la menopausia, que favorecen la hinchazón abdominal, así como la vida sedentaria, el estrés y tener un metabolismo lento.
El descanso
Y, aunque hay que llevar una vida activa para tener un vientre plano, lo cierto es que igualmente importante es descansar. El estrés crónico dificulta que se pierda grasa en el abdomen porque se eleva el nivel de adrenalina y de cortisol. Estos niveles más altos favorecen que se coma más y con más frecuencia para calmar la ansiedad.
Es clave así tener tiempo para el descanso y dormir bien con un sueño reparador. La falta de sueño –o si no es de calidad-, también favorece la acumulación de grasas en el abdomen.
Positivismo
Aparte, para tener un vientre plano, aún hay otro factor clave: sonreír y ser positiva. Diversos estudios confirman que una persona con síntomas de depresión tiene el doble de probabilidades de que la grasa se acumule en el abdomen.
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