Estemos preocupadas o no por nuestra figura, durante el verano nos relajamos más en lo que a la alimentación se refiere, permitiéndonos caprichos que no nos damos durante el resto del año. Aperitivos, helados, comidas copiosas y ricas en grasas pasan a formar parte de nuestro menú lo que, cuando volvemos a casa, se traduce en algunos kilos de más cuando nos subimos a la báscula.
Si esto te ha ocurrido, no te desesperes. En primer lugar, variar la alimentación es bueno para tu metabolismo, y si te pones manos a la obra, perder esos kilitos no te supondrá mucho esfuerzo.
No inicies una dieta drástica, porque a los pocos días seguramente acabarás dándote un atracón.
Haz cinco comidas ligeras a lo largo del día, comenzando por un desayuno abundante y terminando por una cena ligera. No te saltes ninguna comida, porque llegarás con más hambre a la siguiente, y te resultará más complicado controlar las cantidades.
Cocina los alimentos con poca grasa, aunque no prescindas de ella. Si te gustan las ensaladas es el momento de disfrutar de ellas, y puedes aplicar el aceite con un rociador para así consumir menos cantidad.
No elimines los hidratos de carbono, como pan, pasta o arroz, pero es mejor que los consumas integrales, porque tienen más fibra y sacian antes.
Elimina los productos de bollería industrial, que son muy calóricos y no aportan nutrientes al organismo. Además, su alto contenido en azúcar hacen que en poco tiempo vuelvas a tener hambre. Si no puedes pasarte sin dulce, puedes tomar onzas de chocolate negro o prepararte tú misma en casa un postre dulce más ligero que puedes tomar cuando te apetezca un poco de dulce.
No olvides el ejercicio. Nadar, andar o pasear en bicicleta te ayudarán a movilizar las grasas y los líquidos retenidos. Recuerda beber agua durante el ejercicio para eliminar mejor la grasa.