Como ya ocurrió el año pasado, el frío se ha hecho derrogar, pero al fin ha aterrizado en nuestro país con alguna que otra ola de frío polar. De repente se ha pasado de ir en manga corta a hacer muñecos de nieve y esquí de montaña. Invierno es una de las épocas en las que más sufre la piel de una persona. El frío provoca alteraciones como labios agrietados, sequedad en la nariz, mejillas rojas y sequedad en la piel, entre otras.
Los problemas que surgen en la piel a causa del frío extremo se producen porque de repente el cuerpo experimenta un cambio en el flujo sanguíneo y las bajas temperaturas generan una deficiente hidratación en la piel. Pero no es solo el frío el culpable de estas alteraciones. Las calefacciones también tienen su parte de culpa, así como los jabones agresivos y las duchas por encima de los 35ºC.
Unas consecuencias nada agradables
Una de las peores consecuencias del frío es la sequedad. La piel pierde elasticidad y se produce una descamación y alteración del color de la piel que a menudo viene acompañado de rojeces y picores.
La sequedad suele ir acompañada de rojeces en la piel. Las rojeces son un reflejo de las alteraciones de los vasos sanguíneos cutáneos. Los vasos sanguíneos expuestos al frío aumentan de tamaño y eso provoca que a algunas personas les salgan manchas rojas cuando hace frío y un color violáceo en forma de red.
Los labios se agrietan. Es la zona más sensible de la cara porque la piel es mucho más fina que la de la cara. Además, la saliva tampoco ayuda a minimizar este efecto.
Por último, la piel aparece parcheada y con un color grisáceo. Ello se debe a que las enzimas que se encargan de renovar periódicamente la piel se atrofian con el frío y dejan de cumplir su función. Entonces es cuando se junta una gran capa de células muertas, que son las que crean las escamas.